La primera consiste en habituar al potro al manejo diario. Que tenga confianza en la gente (que se acerque cuando alguien entra en su corral), que vaya bien del ramal, que nos deje manipular todo su cuerpo, aceptación de exploraciones veterinarias o del herrador en su caso.
La segunda fase se centra en conseguir un claro liderazgo, que el potro entienda que la mejor idea es seguir nuestras indicaciones, que sea obediente y respetuoso. Habituación a las cuerdas, a la montura, riendas largas, paseos por el campo del ramal, etc.